Los Lamassu, criaturas híbridas con forma de toro o león alado

Hace milenios, el mundo albergó seres míticos cuyo rastro se ha perdido en el tiempo. Entre ellos, los Lamassu, criaturas híbridas con forma de toro o león alado y una cabeza humana, fueron los guardianes de los palacios y templos antediluvianos. Estas majestuosas entidades, también conocidas como šedu o aladlammû, no eran simples protectores; su origen estaba profundamente entrelazado con los misterios de los Nefilim y los Vigilantes, ángeles caídos que interactuaron con el mundo terrenal de formas insondables.
Según antiguos textos como el Libro de los Gigantes y el Libro de Enoc, los Vigilantes no solo alteraron la genética humana, sino que llevaron a cabo manipulaciones genéticas extremas con animales, dando lugar a una descendencia híbrida. Se decía que tomaron criaturas del campo y aves del cielo para crear seres que desafiaban las leyes de la naturaleza, mezclando especies con métodos más avanzados que la ciencia moderna podría concebir.
Los Lamassu, fruto de estos experimentos divino-terrenales, eran híbridos poderosos. De su unión con los ángeles caídos surgieron no solo gigantes, sino también «monstruos mágicos», concebidos como protectores contra las fuerzas oscuras. Las antiguas civilizaciones confiaban en ellos para salvaguardar sus palacios y obras más preciadas, creyendo que estos majestuosos seres mantenían alejados a los malos espíritus.
Hoy, los Lamassu permanecen como símbolos de un pasado donde los límites entre lo divino, lo humano y lo animal se desdibujaban, representando tanto la majestuosidad como el enigma de una época olvidada. ¿Qué más podrían ocultar estos guardianes de lo desconocido? Solo los ecos de las leyendas nos susurran sus secretos.