“No se lo desearía ni a mi peor enemigo”: Un hombre que estuvo clínicamente muerto durante 8 horas comparte una aterradora visión del infierno.


Un viaje desgarrador más allá de la muerte, demonios monstruosos, despertar espiritual y un regreso milagroso a la vida: este es el escalofriante testimonio de Steve Kang, un hombre que dice haber vislumbrado el infierno mismo.
Imagina morir, dejar atrás tu cuerpo físico y despertar en un lugar tan aterrador, tan desolador y tan desesperanzado que no se lo desearías ni a las personas más malvadas de la historia, ni siquiera a Adolf Hitler o Kim Jong-il. Eso es exactamente lo que experimentó Steve Kang tras estar clínicamente muerto durante ocho horas tras un intento de suicidio.
Un roce con la muerte: El intento de suicidio que lo cambió todo
Steve Kang no siempre fue pastor. Su pasado estuvo plagado de dolor, abuso de sustancias y confusión espiritual. En su juventud, Steve experimentó intensamente con drogas: metanfetamina, éxtasis y un cóctel particularmente letal al que se refería ominosamente como «la copa de la muerte». Sumido en la desesperación y consumido por la oscuridad interior, Steve intentó quitarse la vida.
Lo que siguió fue más que una simple emergencia médica: fue un profundo encuentro espiritual que alteraría el curso de su existencia.
Ocho horas sin pulso: «Morí… y desperté en el infierno»
Mientras los cirujanos trabajaban desesperadamente para salvarle la vida, la consciencia de Steve se sumió en lo que solo puede describir como el infierno: un mundo de pesadilla como nunca antes había imaginado. En entrevistas y podcasts, Steve describe una imagen vívida y conmovedora:
No había luz. No recuerdo haber visto ni una sola hoja de hierba. Era solo un suelo rocoso y desolado. Hacía frío, estaba oscuro y lleno de agonía.
Este no era el infierno de fuego y azufre que suelen retratar las películas. Era mucho peor. El terreno era árido, silencioso y carente de vida. Entre las pocas cosas que vio estaban otras almas atormentadas —docenas de ellas— de pie, angustiadas, con pesadas cadenas atadas a sus cuerpos. Una de esas cadenas, recuerda Steve, estaba clavada directamente en su vientre.
Él no estaba solo.
Sobre ellos se alzaban colosales figuras encapuchadas, algunas tan altas como edificios de cinco pisos. Steve cree que estos seres monstruosos eran demonios, los guardianes de este lugar desolado.
Estaban al mando. No había duda. Se notaba su autoridad, y no era amable, sino aplastante.
La agonía de la comprensión: “Merecía estar allí”
Aunque fue criado en una tradición budista e inicialmente escéptico de la teología cristiana, Steve dice que su experiencia cercana a la muerte lo llevó a un despertar sobrenatural.

En ese lugar de sufrimiento implacable, no tenía pensamientos de escape, ni preguntas, ni palabras: solo dolor y la aguda y dolorosa conciencia de que era un pecador.
Por primera vez en mi vida, supe que merecía estar allí. Me di cuenta de que había sido una mala persona. No había lugar para excusas ni mentiras que decirme.
El tiempo transcurría de forma extraña en este reino. Aunque técnicamente estuvo muerto durante ocho horas, Steve dice que se sintieron más como quince o veinte minutos: un momento breve pero eternamente significativo que se le quedó grabado en el alma.
La oración de una madre y un rescate divino
De vuelta en el hospital, la madre de Steve estaba desesperada. No recurrió a un médico, sino a un amigo cristiano que, irónicamente, también era el ex narcotraficante de Steve. Ese amigo reunió a ocho guerreros de oración de su iglesia para que intercedieran por la vida de Steve.

Milagrosamente, mientras el grupo oraba, algo cambió. Los médicos, aunque expertos, no pudieron explicar el cambio. Uno incluso lo llamó un «milagro». Steve está convencido de que no fue la ciencia médica lo que lo salvó, sino el poder de la oración y la intervención divina.
Cuando oraron, Jesús me llamó de nuevo. Sentí una paz inmensa y escuché su voz. Fue entonces cuando supe que me estaba dando otra oportunidad.
De la oscuridad a la redención: una vida transformada
Tras esta profunda experiencia, Steve Kang dejó atrás su pasado budista y su adicción a las drogas. Ahora es pastor evangélico cristiano, difundiendo un mensaje de esperanza, redención y vida eterna a través de Jesucristo. Actualmente, dirige la Iglesia Comunitaria del Evangelio de Los Ángeles en Los Ángeles, California.
Su historia se ha compartido en distintas plataformas y podcasts, incluso con el líder cristiano Vlad Savchuk, como testimonio del poder de la fe, la oración y el despertar espiritual.
Una última advertencia: “No quiero que ni mi peor enemigo vaya allí”
Tal vez la conclusión más escalofriante del viaje de Steve es la profundidad del sufrimiento que encontró y lo desesperadamente que desea que otros lo eviten.
No le desearía el infierno a nadie. Ni siquiera a Kim Jong-il. Ni siquiera a Hitler. No quiero que ni mis peores enemigos vayan allí.
Su relato sirve como un crudo y emotivo recordatorio de que, para algunos, las experiencias cercanas a la muerte no están llenas de luces blancas ni túneles de paz. A veces, son una llamada de atención que deja una huella imborrable en el alma.