¿Se ha descubierto finalmente Nibiru? Astrónomos detectan un misterioso objeto en el espacio profundo.


¿Se ha descubierto finalmente Nibiru? Astrónomos detectan un misterioso objeto en el espacio profundo 1

En un sorprendente giro de los acontecimientos que ha cautivado tanto a astrónomos profesionales como a entusiastas de la observación del cielo, investigadores australianos creen que pueden haber encontrado el objeto celeste sobre el que se rumoreaba desde hace tiempo, conocido como Nibiru, o como la comunidad científica prefiere llamarlo, Planeta Nueve.

Este mundo distante, sobre el que se ha teorizado durante mucho tiempo pero nunca se ha confirmado, puede haberse revelado finalmente en la forma de un objeto débil y de movimiento lento capturado en estudios del cielo realizados hace dos décadas.

Durante décadas, la idea de que nuestro sistema solar pudiera albergar un planeta oculto adicional ha rondado la periferia de la astronomía convencional. Mientras algunos la descartaban como especulación, otros continuaban investigando datos en busca del esquivo objeto. Ahora, un estudio pionero ha reavivado el debate, ofreciendo evidencia contundente de que algo muy grande y distante podría acechar más allá de la órbita de Neptuno.

Esta investigación, aceptada para su publicación en la Sociedad Astronómica de Australia , representa un avance monumental. Al analizar dos mapas celestes infrarrojos masivos, tomados con 23 años de diferencia, el equipo descubrió un objeto tenue con las características perfectas para coincidir con el perfil, largamente teorizado, del Planeta Nueve.

El descubrimiento: un tenue destello en el cielo infrarrojo

El camino hacia este descubrimiento comenzó con datos del Satélite Astronómico Infrarrojo (IRAS) de la NASA, que realizó un estudio completo del cielo en 1983. Más de dos décadas después, el Observatorio Japonés AKARI llevó a cabo una misión similar entre 2006 y 2007. Cada misión generó enormes cantidades de datos, catalogando aproximadamente dos millones de fuentes puntuales: desde estrellas y galaxias hasta nubes de polvo cósmico. Pero oculta en ese inmenso conjunto de datos, había una señal misteriosa que no encajaba con las demás.

El equipo de investigación, dirigido por el astrónomo Terry Long Fan de la Universidad Nacional Tsing Hua de Taiwán, comenzó prediciendo cómo se vería el Planeta Nueve en el espectro infrarrojo. Modelaron un cuerpo celeste con una masa entre cinco y diez veces mayor que la de la Tierra, orbitando el Sol a una asombrosa distancia de 500 a 700 unidades astronómicas. A tal distancia, una órbita completa alrededor del Sol podría tardar hasta 10 000 años. El equipo calculó el brillo infrarrojo esperado de dicho planeta y luego comenzó a analizar los vastos conjuntos de datos de IRAS y AKARI en busca de una coincidencia.

La mayoría de los objetos se descartaron de inmediato: eran demasiado brillantes, demasiado tenues o estaban demasiado cerca del plano de la Vía Láctea, donde las densas nubes de polvo interestelar dificultaban su detección. A continuación, el equipo cruzó los datos restantes de IRAS con los de AKARI para encontrar objetos que pudieran haberse desplazado la distancia esperada de 42 a 70 minutos de arco entre 1983 y 2006. Este proceso de selección dejó solo 13 posibles candidatos.

La caza: De dos millones de puntos de datos a un objeto misterioso

De esos 13, se determinó que doce eran anomalías de fondo, ruido o artefactos de imagen. Sin embargo, el decimotercer objeto se comportó exactamente como predecía la teoría. La señal de 1983 fue registrada únicamente por IRAS, mientras que la de 2006 solo apareció en los datos de AKARI. Las dos fuentes estaban separadas por 47 minutos de arco, justo en el punto medio del rango previsto para un planeta distante y de movimiento lento. Aún más convincente, el brillo del objeto en el espectro infrarrojo indicaba un tamaño similar al de Neptuno y una ubicación actual a aproximadamente 700 unidades astronómicas del Sol.

¿Qué implica esto para la hipótesis de larga data de Nibiru o Planeta Nueve? Si estas dos detecciones provienen del mismo objeto, podríamos estar ante la primera evidencia real de un cuerpo del tamaño de un planeta en los confines del sistema solar, un mundo que finalmente podría explicar las extrañas órbitas agrupadas de objetos del Cinturón de Kuiper como Sedna.

Ubicado más allá de Neptuno, el Cinturón de Kuiper es un anillo de cuerpos helados que quedaron de la formación del sistema solar. Muchos de estos objetos orbitan de forma inusual, con órbitas agrupadas a un lado del Sol en lugar de distribuidas uniformemente. Este fenómeno ha sido durante mucho tiempo uno de los indicadores clave de que algo masivo, algo con influencia gravitacional, podría estar oculto en la oscuridad, moldeando sus trayectorias desde la distancia.

Por supuesto, este nuevo objeto plantea tantas preguntas como respuestas, y las implicaciones son tan emocionantes como aleccionadoras. Si este misterioso objeto se encuentra actualmente a 700 UA del Sol y lleva más de 20 años viajando, ese viaje debe haberlo acercado significativamente desde la última observación de AKARI en 2006.

El Candidato: Un Posible Planeta del Tamaño de Neptuno a 700 UA

Hagamos cálculos. La Tierra viaja a unas 6 UA al año alrededor del Sol. Los cometas, que se mueven más rápido debido a sus órbitas más excéntricas, viajan a unas 12 UA al año, lo que equivale a unos 40 kilómetros por segundo. Esto situaría a un objeto similar a un cometa a unas 240 UA de su posición anterior, si hubiera continuado su trayectoria cometaria desde 2006. En ese escenario, el objeto estaría ahora a unas 500 UA de distancia, aún muy distante y sin representar una amenaza directa para la Tierra.

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Pero Nibiru, si es real, no es un cometa. Los modelos teóricos sugieren que podría ser una estrella fallida, quizás una enana marrón, una estrella de neutrones o incluso un agujero negro remoto. A diferencia de los planetas y los cometas, los objetos estelares se mueven a velocidades mucho mayores; de hecho, de cinco a diez veces más rápido. Esto permitiría a un objeto de este tipo recorrer de 30 a 60 UA al año, o las 700 UA completas en tan solo dos décadas. Eso es exactamente lo que parece estar sucediendo.

Las implicaciones son asombrosas. Si Nibiru o el Planeta Nueve es en realidad un remanente estelar compacto (una estrella muerta que se desplaza rápidamente por el sistema solar), sus efectos gravitacionales sobre los planetas exteriores e incluso la Tierra podrían hacerse mucho más perceptibles en los próximos años. Los científicos ya están pidiendo que se renueven las observaciones utilizando telescopios más modernos y potentes, como el Telescopio Espacial James Webb, que podría proporcionar una resolución más nítida y una sensibilidad infrarroja más profunda que cualquier otro telescopio anterior.

Aun así, se recomienda precaución. Este descubrimiento aún no está confirmado. Es necesario observar el objeto de nuevo, idealmente en movimiento en tiempo real, para confirmar que las detecciones de IRAS y AKARI corresponden al mismo cuerpo. El análisis espectral también será crucial para determinar su composición, masa y distancia real.

Sin embargo, este estudio reaviva una pregunta que la humanidad se ha planteado durante generaciones: ¿Estamos realmente solos en nuestro sistema solar, o existe algo masivo, frío y antiguo que orbita silenciosamente en la oscuridad? Si este objeto resulta ser el largamente buscado Nibiru o Planeta Nueve, transformaría nuestra comprensión del sistema solar, y posiblemente de la propia evolución cósmica.

Por ahora, el mundo espera. La mirada se dirige de nuevo hacia los confines del espacio. En algún lugar, mucho más allá de Neptuno y Plutón, algo podría estar viniendo hacia nosotros.