Vida basada en plasma en el universo: otra mirada a lo que se puede llamar vida
La vida basada en plasma es una vida hipotética basada en lo que a veces se denomina el “cuarto estado de la materia”. La posibilidad de tal vida no corpórea es un tema común en la ciencia ficción.
Sin embargo, en septiembre de 2003, los físicos lograron crear coágulos de plasma que pueden crecer, reproducirse y comunicarse, lo que cumple con la mayoría de los requisitos tradicionales de las células biológicas.
Sin material genético en su composición, no se les puede llamar vivos, pero los investigadores creen que estas curiosas esferas pueden ofrecer una nueva explicación radical de cómo comenzó la vida.
La mayoría de los biólogos creen que las células vivas surgieron como resultado de una evolución compleja y prolongada de sustancias químicas, que tomó millones de años, comenzando desde moléculas simples hasta aminoácidos, proteínas primitivas y finalmente formando una estructura organizada.
Pero si Mircea Sandulovich y sus colegas de la Universidad de Cuza en Rumania tienen razón, es posible que sea necesario revisar la teoría.
Argumentan que la autoorganización similar a la de las células puede ocurrir en unos pocos microsegundos. Los investigadores estudiaron condiciones ambientales similares a las que existían en la Tierra antes del amanecer de la vida, cuando el planeta se vio envuelto en tormentas eléctricas que causaron la formación de plasma en la atmósfera.
Insertaron dos electrodos en una cámara que contenía un plasma de argón a baja temperatura, un gas en el que algunos átomos se dividen en electrones e iones cargados. Aplicaron un alto voltaje a los electrodos, lo que provocó que un arco de energía atravesara el espacio entre ellos como un rayo en miniatura.
Sandulovich dice que esta chispa eléctrica provocó una alta concentración de iones y electrones en el electrodo cargado positivamente, que espontáneamente formó esferas.
Cada esfera tenía un límite que constaba de dos capas: una capa exterior de electrones cargados negativamente y una capa interior de iones cargados positivamente. Dentro del límite había un núcleo interno de átomos de gas.
La cantidad de energía en la chispa inicial determinó su tamaño y vida útil. Sandulovich logró hacer crecer esferas desde unos pocos micrómetros hasta tres centímetros de diámetro. Una capa límite clara que delimita y separa un objeto de su entorno es uno de los cuatro criterios principales comúnmente utilizados para definir las células vivas.
Sandulovich decidió averiguar si sus células cumplían otros criterios: capacidad de replicación, transmisión de información, metabolismo y crecimiento.
Descubrió que las esferas podían replicarse, dividiéndose en dos partes. En las condiciones adecuadas, también aumentaron de tamaño, absorbiendo átomos de argón neutros y dividiéndolos en iones y electrones para reponer sus capas límite.
Finalmente, podrían transmitir información emitiendo energía electromagnética, haciendo que los átomos dentro de otras esferas vibren a una frecuencia determinada.
Las esferas no son los únicos sistemas autoorganizados que cumplen todos estos requisitos. Pero son las primeras “células” gaseosas. Sandulovich incluso cree que pueden haber sido las primeras células en la Tierra, originadas en tormentas eléctricas.
“La aparición de tales esferas es probablemente un requisito previo para la evolución bioquímica”, dice.
Esta investigación plantea la intrigante posibilidad de que la vida en todo el universo pueda tener una base mucho más amplia de lo que comúnmente se reconoce.
Si la vida en el plasma puede surgir naturalmente, entonces los lugares de su búsqueda pueden ser las capas exteriores o interiores de las estrellas (el Sol), las magnetosferas de los planetas, las regiones de altas temperaturas e incluso los relámpagos en forma de bola.