Así es

Cuando las personas están constantemente ocupadas satisfaciendo sus necesidades más básicas—alimentarse, tener un techo, trabajar para subsistir—su mente se llena con preocupaciones inmediatas. En ese estado, la reflexión sobre derechos, autonomía y la libertad que alguna vez tuvieron comienza a desvanecerse. Sin tiempo para cuestionar su situación, ni espacio para imaginar posibilidades diferentes, pueden terminar aceptando su realidad como la única opción.

La historia ha demostrado que los sistemas que buscan el control a menudo se sostienen sobre esta misma premisa: si el día a día de las personas está dominado por la supervivencia, es menos probable que se rebelen o exijan cambios. Con el tiempo, la memoria de tiempos más libres y de derechos que antes se daban por sentados se vuelve borrosa, hasta que la idea de libertad se transforma en un concepto abstracto, más que en una necesidad real.

El desafío radica en romper ese ciclo, en encontrar momentos para cuestionar, para recordar que la vida no debe limitarse solo a lo esencial, sino también al derecho de elegir, de pensar y de vivir con propósito.