La Controversia Sobre El Motor Que Funciona Con Aether Continúa. ¿Qué Posibles Tecnologías Innovadoras Se Nos Ocultan En La Historia?

La Controversia Sobre El Motor Que Funciona Con Aether Continúa

La controversia sobre el motor que funciona con Aether continúa. ¿Qué posibles tecnologías innovadoras se nos ocultan en la historia? 1

En la década de 1990, un renombrado físico de la URSS inventó varios dispositivos únicos, incluido un motor inercial de vórtice. Logró generar un empuje vertical mediante el uso de un mecanismo que aceleraba el mercurio en una trayectoria en espiral. De hecho, el científico construyó un dispositivo antigravedad y escribió «Introducción a la gravitónica experimental».

Los orígenes de este descubrimiento, sin embargo, se remontan a mucho antes que su trabajo. En 1875, durante excavaciones arqueológicas en la India, se desenterró un manuscrito sánscrito conocido como Vimanika Shastra, que detallaba un motor antigravedad a base de mercurio. Una década después de comenzar su investigación, el Dr. Talpade construyó un aparato volador que ascendía varias decenas de metros en presencia de espectadores. La comunidad científica ha estado polarizada durante mucho tiempo: algunos abogaban por el estudio de esta tecnología y otros, que eran más influyentes, la descartaban por considerarla inverosímil.

Esta división llevó a que el texto fuera descartado como falso. Además, es de destacar que el concepto de éter, todavía rechazado por muchos científicos, fue aceptado como un hecho por figuras como Nikola Tesla. Actualmente, existe un debate en curso sobre la viabilidad de un motor que utilice esta elusiva sustancia. La pregunta sigue siendo: ¿qué tipos de tecnología de propulsión permanecen ocultas para nosotros y por qué razones?

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Puede resultar sorprendente, pero aún hoy los investigadores persisten en este campo y logran éxitos notables. En Internet abundan vídeos que demuestran este tipo de tecnologías. Se cree que el manuscrito original del Vimanika Shastra fue oculto o destruido hace mucho tiempo, pero quienes tuvieron acceso a él difundieron la información y las ilustraciones por todos los medios posibles.

Numerosos investigadores han expresado su preocupación por el hecho de que las compañías petroleras intenten suprimir su trabajo, y esta idea parece creíble. Es bien conocida la fuerte dependencia de la economía global del petróleo y del dólar. Naturalmente, las fuentes de energía alternativas y más asequibles no se alinean con los intereses de figuras influyentes que temen perder su control en el mercado de combustibles.

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Durante la década de 1920 y principios de la de 1930, la hipótesis de un éter que impregnaba el universo y actuaba como medio para la propagación de ondas electromagnéticas fue ampliamente reconocida en la comunidad científica. El concepto de éter fue propuesto inicialmente por el científico francés René Descartes en 1644. Hoy en día, algunos todavía apoyan esta teoría.

Albert Einstein y Nikola Tesla, ambos figuras destacadas de la ciencia, reconocieron la existencia del éter. Tesla, conocido por sus perspectivas poco convencionales, confiaba en su realidad y propuso que podría permitir la transmisión de electricidad a distancia. Las teorías del éter en física postulan que es una sustancia o campo que ocupa el espacio, facilitando la transmisión y propagación de fuerzas electromagnéticas o gravitacionales.

En la década de 1990, un conocido físico de la URSS desarrolló varios dispositivos inusuales, incluido un motor inercial de vórtice.

Las teorías del éter abarcan diversas interpretaciones de esta sustancia o medio, lo que generó intensos debates entre los físicos. El surgimiento de la teoría cuántica y el electromagnetismo negó la necesidad de un modelo físico del éter. Nikola Tesla, que no era principalmente un físico teórico, sostenía que el éter proporcionaba la explicación más satisfactoria para los fenómenos físicos que exploraba.

La perspectiva de Tesla lo distinguió de sus contemporáneos, disminuyendo su atractivo para los físicos involucrados en discursos teóricos serios. En particular, el experimento de Tesla en el estado de Nueva York merece reconocimiento. Construyó un aparato inusual, acompañado de doce tubos de vacío especiales alojados en una caja. Inicialmente considerados un conjunto misterioso, estos tubos finalmente fueron reconocidos como lámparas rectificadoras.

En la década de 1990, un conocido físico de la URSS desarrolló varios dispositivos inusuales, incluido un motor inercial de vórtice.

El dispositivo, encerrado en una caja de 61 centímetros de largo, 30 centímetros de ancho y 15 centímetros de alto, estaba conectado a tubos. Una vez de vuelta en el garaje, la caja se colocó debajo del salpicadero del coche. Tesla verificó el voltaje, confirmando la potencia eléctrica del auto, y le entregó las llaves de encendido a su sobrino.

El tablero albergaba dos indicadores que mostraban valores que Tesla decidió no revelar. Al arrancar el motor, que a diferencia de los motores típicos funcionaba silenciosamente, se pusieron en marcha. Condujeron mucho sin combustible, recorriendo 50 millas alrededor de Buffalo a velocidades que alcanzaron los 145 kilómetros por hora. Convencido del éxito de su invento en el campo, Tesla reconoció su eficacia, aunque el funcionamiento del mecanismo siguió siendo un secreto celosamente guardado.

En la década de 1990, un conocido físico de la URSS desarrolló varios dispositivos inusuales, incluido un motor inercial de vórtice.

Tesla afirmó que su dispositivo era simplemente un receptor de una radiación no identificada procedente del éter, que podía aprovecharse en cualquier cantidad. En cuanto al mercurio, desde pequeños se nos enseña que es peligroso y tóxico, y los libros de texto escolares advierten que los vapores de mercurio pueden causar daños importantes a la salud. A pesar de esto, la demonización del mercurio plantea interrogantes, especialmente dadas las restricciones legales a su almacenamiento. ¿Por qué la sociedad moderna infunde miedo a interactuar con este elemento?

Históricamente, el mercurio era bien conocido por nuestros antepasados, quienes le atribuían cualidades mágicas y lo utilizaban en alquimia y medicina. Incluso se capturaron imperios y ciudades en busca de mercurio. Los textos romanos antiguos de Plinio señalan que Roma alguna vez importó grandes cantidades de mercurio de España. La conexión de Mercurio con la piedra filosofal se remonta a siglos.

Isaac Newton, renombrado científico y alquimista, dijo la famosa frase: “Dadme un mar de mercurio y lo convertiré en oro”, dedicando treinta años al estudio del mercurio y la alquimia. Estos relatos reflejan la gran estima que tuvo el mercurio en el pasado y su uso extensivo en la segunda mitad del siglo XX.

En la década de 1990, un conocido físico de la URSS desarrolló varios dispositivos inusuales, incluido un motor inercial de vórtice.

El mercurio se utilizó ampliamente en diversos aspectos de la vida y su uso ascendió a toneladas. Sin embargo, se produjo un cambio significativo y ahora en Internet abundan las advertencias sobre los nefastos efectos de la inhalación de vapores de mercurio en la salud humana. Esto plantea la pregunta de por qué se pasaron por alto durante tanto tiempo las propiedades perjudiciales de este elemento. Actualmente, existen más de veinte minerales que se sabe que contienen mercurio, siendo el cinabrio la fuente principal.

El mercurio normalmente se extrae mediante destilación, pero un método más arcaico consiste en calentar piedras rojas en un horno hasta que los minerales se agrietan y liberan mercurio. Este método probablemente refleja las técnicas de extracción de nuestros antepasados. Además, son dignas de mención las propiedades electromagnéticas únicas del mercurio. Es reconocido por su capacidad para interactuar con un campo magnético, lo que hace que el mecanismo giratorio de un motor gire rápidamente al entrar en contacto con el mercurio.

Actualmente, la investigación sobre este tema es escasa, lo que lleva a especular que se han reconocido las aplicaciones potenciales del mercurio y que cualquier desarrollo relacionado se ha retenido en laboratorios altamente confidenciales.

En la década de 1990, un conocido físico de la URSS desarrolló varios dispositivos inusuales, incluido un motor inercial de vórtice.

Durante la década de 1990, el físico e inventor Polyakov exploró las propiedades antigravedad del mercurio. Creó un motor inercial de vórtice cuyo funcionamiento se basaba en generar empuje vertical acelerando mercurio líquido a través de canales en espiral dentro de un espacio confinado.

Polyakov logró producir un modesto empuje de unos pocos kilogramos. Sin embargo, el interés científico por las propiedades antigravitatorias del mercurio había surgido mucho antes. En otro relato histórico de 1751, el monje italiano Andrea Grimaldi construyó una máquina voladora que se parecía a un pájaro. Con este dispositivo ascendió al cielo, atravesó el Canal de la Mancha y llegó a Londres.

Este aparato único era capaz de viajar a una velocidad de siete millas por hora. Una carta conservada en Italia confirma esta notable hazaña.

En la década de 1990, un conocido físico de la URSS desarrolló varios dispositivos inusuales, incluido un motor inercial de vórtice.

A principios del siglo XX, tras el desarrollo de la teoría de la relatividad por parte de Albert Einstein, que aún hoy enfrenta críticas, el concepto de éter fue cada vez más rechazado por la comunidad científica. Las referencias a este elemento fueron rápidamente eliminadas de los libros de texto de química y física. Los científicos que persistieron en creer en la existencia del éter experimentaron una importante censura y fueron marginados dentro de los círculos científicos.

Se ha sugerido que este cambio favoreció a las grandes corporaciones y a los magnates del petróleo, con afirmaciones de que el trabajo de Einstein se alineaba con sus intereses científicos. Para respaldar estas afirmaciones se han utilizado acusaciones de sus vínculos con la familia Rothschild y financiación de banqueros. Además, cabe señalar que el destacado banquero JP Morgan, que alguna vez financió a Nikola Tesla, retiró su apoyo cuando percibió los inventos de Tesla como una amenaza a sus intereses comerciales.

En la década de 1990, un conocido físico de la URSS desarrolló varios dispositivos inusuales, incluido un motor inercial de vórtice.

Nikola Tesla aspiraba a construir una torre que pudiera transmitir electricidad ilimitada a través de grandes distancias sin carga. Sin embargo, esta ambición representa sólo una fracción de los conceptos erróneos propagados por la ciencia convencional; de hecho, marca el inicio de una exploración mucho más profunda. Aunque a menudo se le atribuyen las palabras de Víctor Hugo sobre la invencibilidad de una idea cuyo tiempo ha llegado, lamentablemente no resuenan en Nikola Tesla, cuyos conceptos eran tan progresistas que aún no había llegado su era. El renombrado inventor creó dispositivos que parecían milagrosos o fantásticos en el siglo XIX y principios del XX.

A pesar de ser un visionario, Tesla no era un hechicero. Superó numerosos obstáculos en su búsqueda por hacer avanzar nuestra civilización. Algunos sostienen que sin la censura que encontró Tesla, ahora podríamos habitar un reino utópico, repleto de energía libre e ilimitada. Sin embargo, su vida y su fallecimiento están envueltos en una plétora de enigmas. Entre sus inventos más fascinantes aún no realizados se encontraba un tipo de generador de vapor.

En la década de 1990, un conocido físico de la URSS desarrolló varios dispositivos inusuales, incluido un motor inercial de vórtice.

Obtuvo una patente para un dispositivo diseñado no sólo para generar electricidad sino también para crear resonancia en varias frecuencias. Tesla calibró el generador para que coincidiera con la frecuencia de resonancia del edificio que alberga su laboratorio en la ciudad de Nueva York. El resultado fue tan dramático que sorprendió incluso al propio Tesla. Un modesto generador indujo vibraciones tan fuertes que el edificio casi se derrumbó. Los residentes locales, confundiendo las vibraciones con un terremoto, llamaron a la policía y a los servicios de ambulancia en estado de pánico. Para evitar mayores daños, Tesla desmanteló el generador con un martillo y ordenó a su personal que guardara silencio sobre el incidente. Imagine una máquina ajustable a cualquier frecuencia.

Este concepto llevó a Tesla a concebir un generador geodinámico capaz de producir un impacto comparable. Especuló que una máquina de este tipo, si se configura correctamente, podría evitar terremotos o, por el contrario, provocarlos si se configura mal. Recordando el reciente y severo terremoto en Turquía, uno podría preguntarse si la tecnología de Tesla ha sido avanzada de manera encubierta y empleada por los globalistas.

En la década de 1990, un conocido físico de la URSS desarrolló varios dispositivos inusuales, incluido un motor inercial de vórtice.

Imagine un arma con el poder de manipular actividades tectónicas, como terremotos, erupciones volcánicas y tsunamis, dictando su ocurrencia en áreas específicas. La propiedad de tal armamento otorgaría un dominio incomparable a cualquier nación. Tesla intentó detener la creación de tal dispositivo. No obstante, hay afirmaciones de que Estados Unidos podría poseer un generador similar a Tesla, potencialmente utilizado para desencadenar eventos sísmicos a nivel mundial. El potencial de desastre con dicha tecnología es inmenso, razón por la cual, según se informa, Tesla demolió el prototipo con un martillo, cesando su avance.

El 11 de julio de 1934, Tesla reveló por primera vez esta novedosa arma en los principales periódicos internacionales, presentándola como un medio para neutralizar las fuerzas terrestres y las defensas aéreas. Los medios lo denominaron el “rayo de la muerte”. Tesla reveló su notable invento, el emisor de rayos de partículas, destinado a la defensa nacional. Llamó al sistema «telefuerza», afirmando que podría aniquilar fuerzas invasoras y derribar flotas de aviones entrantes hasta 200 millas (321 kilómetros) de distancia.

En la década de 1990, un conocido físico de la URSS desarrolló varios dispositivos inusuales, incluido un motor inercial de vórtice.

El concepto de armas de rayos, presentado en el cumpleaños 78 de Nikola Tesla en 1934, seguía siendo un misterio en cuanto a sus detalles operativos. Una década antes de su fallecimiento, Tesla presentó esta arma, principalmente como medida defensiva, con la audaz afirmación de que podría poner fin a todas las guerras. Los medios rápidamente lo etiquetaron como “rayo de la muerte”. Su principio operativo implicaba acelerar un isótopo de mercurio a 43 veces la velocidad del sonido dentro de una cámara de vacío mediante repulsión electromagnética, antes de dirigir el haz resultante hacia un objetivo.

Tesla, humanista y optimista, imaginó el proyector de haz de partículas únicamente para uso defensivo, un presagio potencial de paz global. Afirmó que el dispositivo podría emitir partículas que van desde tamaños microscópicos hasta tamaños sustanciales, transportando energía a través de grandes distancias a niveles billones de veces mayores que antes. Este invento atrajo la atención de primera plana en las principales publicaciones mundiales.

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El artículo afirmaba que a los 78 años, Nikola Tesla estaba desarrollando un nuevo tipo de arma de rayos, al que denominó “rayo de la muerte”. Tesla afirmó que este invento haría imposible la guerra en la Tierra. Imaginó su rayo de la muerte como una barrera invisible que rodeara a cada nación, sólo que mucho más efectiva.

A finales de año, Tesla había buscado sin éxito financiación de Jack Morgan, hijo de JP Morgan. En su correspondencia, detalló las capacidades del arma defensiva. Tesla propuso entregar su diseño de telefuerza a la Liga de Naciones para disuadir guerras futuras, pero el gobierno de Estados Unidos pretendía ser el único propietario de tal arma, bloqueando su difusión. En los años siguientes, Tesla alegó intentos de robar su diseño. Informó sobre robos y escrutinio de documentos en su oficina, pero supuestamente los intrusos se fueron sin los diseños, alimentando la especulación de que el rayo de la muerte nunca fue más que un producto de la imaginación de Tesla.

Antes de una rueda de prensa en la que detalló su invento, Tesla precisó que el proyecto aún estaba en fase de prototipo y aún no estaba listo para su demostración.

Probablemente Tesla entendió los peligros de que su prototipo cayera en las manos equivocadas, lo que lo llevó a salvaguardar sus dibujos y su trabajo científico. Sus diarios posteriores a la experimentación reflejan estas preocupaciones. No obstante, Tesla tuvo que abandonar su concepto de máquina voladora basada en la antigravedad.

La razón principal por la que estos aviones no se realizaron fue la falta de utilización de una red de «Torres Eléctricas» para la transmisión inalámbrica de electricidad. Lamentablemente, el establecimiento de una red de torres de este tipo, que podría permitir la transmisión gratuita de electricidad a nivel mundial, se ha visto obstaculizado por los gobiernos y las grandes corporaciones del mundo.

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Esto podría resultar en la pérdida de miles de millones en ingresos para las empresas de la industria de los combustibles fósiles. En 1917, el gobierno de Estados Unidos demolió la Torre Tesla, que nunca fue reconstruida, frustrando así los planes de Tesla para construir máquinas voladoras.

Curiosamente, una serie de televisión juvenil de la década de 1990 llamada «El Hechicero» presentaba barcos voladores similares. En esta narrativa reinventada, se implementaron tecnologías similares a las de Tesla, con barcos que usaban levitación magnética y extraían energía de torres especiales.

Tesla fue un visionario con ideas proféticas. Aspiraba a un mundo donde la humanidad prosperara sin que los fuertes explotaran a los débiles, sin que los buenos sufrieran a manos del mal y los pobres soportaran la violencia de los ricos. Imaginó una sociedad donde los avances científicos y artísticos servían para realzar y embellecer la vida, no sólo para enriquecer a unos pocos.

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