Las Ceraunias, las misteriosas y divinas Piedras de Rayo
Las Ceraunias, las misteriosas y divinas Piedras de Rayo
Hasta el siglo XVII las Ceraunias fueron consideradas divinas y en toda Europa y Asia se recogían con devoción, pues se creía que tenían poderes mágicos. En Escandinavia eran adoradas como dioses familiares y se les hacían ofrendas en forma de cerveza o miel y se las ungía con mantequilla. Recibieron también nombres como “flechas de dios”, “dardos de las hadas” o “hachas del cielo”, su nombre latino es Ceraunias, son las misteriosas y divinas Piedras de Rayo. Sin embargo, son realmente algo mucho más humano y terrenal.
Las Ceraunias: las Piedras de Rayo
Las ceraunias o piedras de rayo eran unas piedras con forma puntiaguda y trabajadas por los dos lados, generalmente, que en muchas civilizaciones antiguas creían de origen celestial. Los nombres que recibían, en general, tienen que ver con rayos, truenos o con el cielo, ya que se creía que los rayos las traían al caer en la Tierra.
Estos son algunos de los poderes que se atribuían a las Piedras de Rayo:
– En Suiza cuando se acercaba una tormenta se hacía girar 3 veces ante la puerta de la casa y luego se lanzaba contra la puerta para que ésta no fuera alcanzada por un rayo.
– En Italia se colgaban del cuello de los niños para que los protegieran tanto de las enfermedades como del mal de ojo.
– En Francia creían que ayudaban a tener un buen parto.
– En Suecia protegían contra los Elfos.
– En Birmania las utilizaban para prevenir la apendicitis.
Podríamos citar muchísimas más supersticiones en torno a las piedras de rayo, pero quizá una de las más curiosas es que si poseías una, en Semana Santa, te facilitaría encontrar un tesoro.
No sólo entre las clases populares existían creencias sobre las piedras de rayo. En las iglesias cristianas de la Edad Media se pensaba que eran restos del armamento con el que los ángeles habían vencidos a las huestes de Satanás y por este motivo eran recogidas y veneradas.
Todo este folclore en torno a las piedras de rayo finalizó en el siglo XVII. La creencia de su origen divino se basaban en el desconocimiento de la existencia y las habilidades del hombre del paleolítico y el neolítico. Las herramientas talladas en piedra por los primitivos pobladores de Europa y Asia no se entendieron como tales, ya que el dominio de los metales las había dejado obsoletas.
A finales del siglo XVI, el físico italiano Michele Mercanti ya afirmó su origen humano, aunque sus escritos no fueron publicados hasta un siglo después. Posteriormente, especialmente durante el siglo XVIII, fueron catalogadas en este sentido por otros científicos. Estos estudiosos aguantaron la oposición de la iglesia, que no creía que el ser humano llevara tantos miles de años en la Tierra como ellos decían.
Aunque no tengan poderes mágicos, seguro que cualquiera de nosotros nos sentiríamos afortunados si cayera en nuestras manos uno de estos utensilios tallados por hombres prehistóricos, ¿no crees?