Los perros vampiro

En un pequeño pueblecito de la provincia de Tarragona habitaron unos pequeños perros de tan solo tres patas y naturaleza vampírica.

Pratdip es un tranquilo municipio catalán, de apenas unos 850 habitantes y 37 kilómetros cuadrados. Está situado en la comarca catalana del Baix Camp, al sud-este de la Serra de Llaberia. Su acceso es algo difícil. Si alguna vez queremos aventurarnos a esta tierra de leyendas vampíricas, lo mejor es acceder por la autopista AP-7 hasta la salida de L´Hospitalet de l´infant. Allí buscaremos la C-44 hasta encontrar un desvío que por una carretera local nos llevará a Pratdip.

Una vez allí lo primero que divisaremos son los restos de su antiguo castillo, ubicado en un risco. Como en otros núcleos medievales las casas están arremolinadas en torno a la iglesia, dedicada a Santa María, el castillo, y los restos de su antigua muralla. Tal vez como si sus habitantes buscaron protección. ¿Contra que?, pues la respuesta más lógica sería pensar en los saqueos de las huestes militares, tanto catalanas como francesas. Pero otras amenazas rondaban por los alrededores del pueblo.

La leyenda de los dips:

El nombre del pueblo significa en castellano prado de dips. Pero ¿quiénes fueron estos seres que incluso aparecen en el escudo del pueblo y en los retablos eclesiásticos?. Cuentan las leyendas datadas como mínimo del siglo XVII, que eran perros, pero no unos canes cualquiera. De pequeño tamaño solo salían por la noche, y los ciudadanos les atribuían una gran sed de sangre. Atacaban al ganado, e incluso a los noctámbulos que deambulaban por las calles a horas intempestivas.

Según nos relata el escritor catalán Joan Perucho en su libro «Las historias naturales»,(1960), el origen de estos seres parece dirigirse a un noble medieval catalán. Onofre de Dip, señor feudal de la zona, viajó a los Cárpatos como embajador del mandatario catalán Jaume «el conquistador». Allí según esta novela fue seducido primero y luego atacado por una noble. Su mordedura supuso la transformación de Onofre en un vampiro, con la propiedad de convertirse en varios animales.

Su aspecto:

Encontramos dips representados en la iglesia local de Santa María, en un retablo barroco que data del año 1602. También estaban presentes en un altar de la capilla de Santa Marina, una ermita cercana. Lamentablemente ese retablo fue destruido y tan solo quedan unas fotos. De ambos documentos podemos deducir que se trata de unos animales de pelaje oscuro y lengua rojiza. En la oscuridad destacan sus ojos feroces e intimidantes y su cola es larga e enhiesta. Por si esto fuera poco amenazador, además tan solo tenían tres patas. La imaginación popular los representa cojos o faltos de una pata delantera.

Tal vez esta leyenda fuera alimentada por perros abandonados y asilvestrados que merodeaban por las afueras del pueblo en busca de restos de comida o de otros pequeños animales. El caso es que nunca se capturó ninguno con vida, ni se mató ejemplar alguno, y su presencia poco a poco se fue diluyendo en el tiempo. Realidad o fantasía, su recuerdo está hoy en día muy presente. Es el emblema del pueblo y de su agrupación de «diablos». En la entrada del municipio encontramos un monumento a esos misteriosos seres. También son utilizados en el sello municipal desde el año 1700.

Otros canes vampiros:

No se trata de una leyenda aislada pues en otros lugares también se habla de perros vampiros. Uno de ellos es el Guayota, leyenda localizada en Tenerife. Otro can sobrenatural es el Cadejo, mito presente en las zonas rurales de centroamérica. El fenómeno de los chupasangres sigue presente en nuestros días gracias al misterio del chupacabras , ser desconocido que desangra al ganado como en su día ya hiciera el dip.

En un pequeño pueblecito de la provincia de Tarragona habitaron unos pequeños perros de tan solo tres patas y naturaleza vampírica.

Pratdip es un tranquilo municipio catalán, de apenas unos 850 habitantes y 37 kilómetros cuadrados. Está situado en la comarca catalana del Baix Camp, al sud-este de la Serra de Llaberia. Su acceso es algo difícil. Si alguna vez queremos aventurarnos a esta tierra de leyendas vampíricas, lo mejor es acceder por la autopista AP-7 hasta la salida de L´Hospitalet de l´infant. Allí buscaremos la C-44 hasta encontrar un desvío que por una carretera local nos llevará a Pratdip.

Una vez allí lo primero que divisaremos son los restos de su antiguo castillo, ubicado en un risco. Como en otros núcleos medievales las casas están arremolinadas en torno a la iglesia, dedicada a Santa María, el castillo, y los restos de su antigua muralla. Tal vez como si sus habitantes buscaron protección. ¿Contra que?, pues la respuesta más lógica sería pensar en los saqueos de las huestes militares, tanto catalanas como francesas. Pero otras amenazas rondaban por los alrededores del pueblo.

La leyenda de los dips:

El nombre del pueblo significa en castellano prado de dips. Pero ¿quiénes fueron estos seres que incluso aparecen en el escudo del pueblo y en los retablos eclesiásticos?. Cuentan las leyendas datadas como mínimo del siglo XVII, que eran perros, pero no unos canes cualquiera. De pequeño tamaño solo salían por la noche, y los ciudadanos les atribuían una gran sed de sangre. Atacaban al ganado, e incluso a los noctámbulos que deambulaban por las calles a horas intempestivas.

Según nos relata el escritor catalán Joan Perucho en su libro «Las historias naturales»,(1960), el origen de estos seres parece dirigirse a un noble medieval catalán. Onofre de Dip, señor feudal de la zona, viajó a los Cárpatos como embajador del mandatario catalán Jaume «el conquistador». Allí según esta novela fue seducido primero y luego atacado por una noble. Su mordedura supuso la transformación de Onofre en un vampiro, con la propiedad de convertirse en varios animales.

Su aspecto:

Encontramos dips representados en la iglesia local de Santa María, en un retablo barroco que data del año 1602. También estaban presentes en un altar de la capilla de Santa Marina, una ermita cercana. Lamentablemente ese retablo fue destruido y tan solo quedan unas fotos. De ambos documentos podemos deducir que se trata de unos animales de pelaje oscuro y lengua rojiza. En la oscuridad destacan sus ojos feroces e intimidantes y su cola es larga e enhiesta. Por si esto fuera poco amenazador, además tan solo tenían tres patas. La imaginación popular los representa cojos o faltos de una pata delantera.

Tal vez esta leyenda fuera alimentada por perros abandonados y asilvestrados que merodeaban por las afueras del pueblo en busca de restos de comida o de otros pequeños animales. El caso es que nunca se capturó ninguno con vida, ni se mató ejemplar alguno, y su presencia poco a poco se fue diluyendo en el tiempo. Realidad o fantasía, su recuerdo está hoy en día muy presente. Es el emblema del pueblo y de su agrupación de «diablos». En la entrada del municipio encontramos un monumento a esos misteriosos seres. También son utilizados en el sello municipal desde el año 1700.

Otros canes vampiros:

No se trata de una leyenda aislada pues en otros lugares también se habla de perros vampiros. Uno de ellos es el Guayota, leyenda localizada en Tenerife. Otro can sobrenatural es el Cadejo, mito presente en las zonas rurales de centroamérica. El fenómeno de los chupasangres sigue presente en nuestros días gracias al misterio del chupacabras , ser desconocido que desangra al ganado como en su día ya hiciera el dip.